Los Siete Saberes Necesarios para de la Educación del Futuro
martes, 14 de mayo de 2013
Bibliografia de Edgar Morin
Edgar Morin
Edgar
Morin (en el foro Libération, 2007).
Nacimiento
|
8 de
julio de 1921
París |
Nacionalidad
|
Francés
|
Ocupación
|
Filósofo
y político
|
Edgar Morin es un filósofo y sociólogo francés de origen judeo-español
(sefardí). Nacido en París el 8 de julio de 1921, su nombre de nacimiento es Edgar
Nahum.
Sus primeros
años en el socialismo
Con una infancia caracterizada
por la enfermedad, Morin empezó a ser un chico entusiasta de la lectura y
aficionado al estudio, a la aviación y al ciclismo. Comenzó su labor filosófica
con la lectura de los diversos representantes de la Ilustración del s. XVIII.
Se vinculó al socialismo gracias al apoyo del Frente Popular (al cual se unió
en la Federación de Estudiantes Frentistas, dirigida por Gaston Bergery) y al
gobierno republicano español en la Guerra Civil Española. En 1940 huye a Toulouse
cuando se enteró de la invasión de la Alemania nazi y se dedicó a ayudar a los
refugiados y a la vez a profundizar en el socialismo marxista. Toma parte en la
resistencia y se une al Partido Comunista Francés en 1941, siendo perseguido
por los miembros de la Gestapo. Participó en la liberación de Paris (agosto de 1944)
y al año siguiente, se casa con Violette Chapellaubeau, y se van a vivir en Landau
in der Pfalz, en calidad de teniente del Ejército Francés de Ocupación en Alemania.
En 1946, regresa a la capital
francesa para darse de baja en su carrera militar y proseguir con sus
actividades con el comunismo, su relación con el partido se deterioró debido a
su postura crítica y finalmente fue expulsado en 1952 debido a un artículo
publicado en France Observateur. Ese mismo año fue admitido en el Centro
Nacional de Investigación Científica (CNRS), previa recomendación de algunos
intelectuales.
Desarrollo
filosófico
Al integrarse a la CNRS, Morin
se inicia en el campo de la temática social en el terreno de la cinematografía,
aproximándose al surrealismo, aunque todavía no abandonando el socialismo, del
cual comparte ideas con Franco Fortini y Roberto Guiducci, así como de Herbert
Marcuse y otros filósofos. Funda y dirige la revista Argumentos (1956-1962) al tiempo que vive
una crisis interior y se manifiesta contra la guerra argelina (1954-1962).
Al iniciar la década de 1960,
Morin inicia trabajos y expediciones por Latinoamérica y queda impresionado por
su cultura. Posteriormente empieza a elaborar un pensamiento que haga
complementar el desarrollo del sujeto. Ya en Poulhan, y en compañía de sus
colaboradores, desarrolla una investigación de carácter experimental que
culmina con la tesis de la transdisciplinariedad, que le genera mayores
contradicciones con otros académicos.
Durante la revuelta
estudiantil del mayo francés (1968), escribe artículos para Le Monde,
en la cual descifra el significado y sentido de ese suceso.
Con el surgimiento de la
revolución bio-genética, estudia el pensamiento de las tres teorías que
llevan a la organización de sus nuevas ideas (la cibernética, la teoría de
sistemas y la teoría de la información). También se complementa en la teoría de
la autorganización de Heinz von Förster. Para 1977, elabora el concepto del conocimiento
enciclopedante, del cual liga los conocimientos dispersos, proponiendo la epistemología
de la complejidad.
En 1983, fue condecorado con
la orden de la Legión de Honor y a mediados de la década de 1980, ya vislumbra
los cambios en el régimen soviético de Mijaíl Gorbachov.
El
pensamiento complejo según Edgar Morin
Edgar Morin ve el mundo como
un todo indisociable, donde nuestro espíritu individual posee conocimientos
ambiguos, desordenados, que necesita acciones retroalimentadoras y propone un
abordaje de manera multidisciplinar y multirreferenciada para lograr la
construcción del pensamiento que se desarrolla con un análisis profundo de
elementos de certeza. Estos elementos se basan en la complejidad que se
caracteriza por tener muchas partes que forman un conjunto intrincado y difícil
de conocer.
El pensamiento complejo es una
noción utilizada en filosofía y epistemología que se basa en un asunto
espiritual humano como el aliento de vida. Las palabra aliento de vida y
espíritu humano tiene un significado muy cercano porque son lo mismo. Este
aliento de vida que fue introducido en el hombre cuando su cuerpo fue creado por
Dios no es, ni está relacionado con el Espíritu de Dios sino que se refiere al
espíritu humano que el hombre y la mujer tienen dentro de su cuerpo humano.
En los últimos tiempos se está
extendiendo el uso del término Ciencias de la Complejidad para referirse a
todas las disciplinas que hacen uso del enfoque de sistemas. El ordenador es la
herramienta fundamental de las ciencias de la complejidad debido a su capacidad
para modelar y simular sistemas complejos. Con posterioridad y en un análisis
más profundo, la complejidad también se presenta con trazos inquietantes de
confusión, desorientación, desorden, ambigüedad, incertidumbre, y de ahí la
necesidad para poder hacer un mejor manejo del conocimiento.
Morin manifiesta que la
innovación presupone una cierta desorganización relajamiento de tensiones
estrechamente vincuadas con la acción de un principio reorganizado.
Se opone al aislamiento de los
objetos del conocimiento, los restituye a su contexto, los reisnserta en la
globalidad a la que pertenecen.
“Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” Por Edgar Morin
Para Morin el ready made en el conocimiento no puede ser filosofía del mañana; pues no existe conocimiento acabado que garantice la disolución del error y de la ilusión. Por el contrario, el conocimiento humano seguirá estando expuesto a las vibraciones de las alucinaciones sociales y personales; es así como no existe ciencia, que dejando de lado la afectividad, pueda comprometerse objetivamente con su eliminación definitiva.
Lo anterior, lleva a reflexionar al filosofo francés en cuál ha de ser el tipo de educación que nos cure de la ceguera de un conocimiento que sólo propende a la racionalización; pues “es cierto que el odio, la amistad o el amor pueden enceguecernos –y quizás pensemos que una ciencia objetiva sea la única salida-, pero también es cierto, que el desarrollo de la inteligencia es inseparable del de la afectividad””.
En consecuencia, Edgar Morin considera que la primera e ineludible tarea de la educación para afrontar tal ceguera, ha de ser la de enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento y, para ello, apela a evitar la doble enajenación que se da en “nuestra mente por sus ideas y de las propias ideas por nuestra mente”.
Por tanto, Morin concluye que si la primera tarea es la de enseñar un conocimiento que forme a la humanidad para criticar el conocimiento; el primer objetivo de la educación del futuro será apropiar a cada uno de los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del mismo, en un escenario social de reflexibilidad, crítica y, sobre todo, de convivencialidad ideológica.
2. Una educación que garantice el conocimiento pertinente:
¿Cómo saber cuál es la información clave en este océano de datos? Morin responde con una invitación a determinar los problemas clave de la humanidad; potenciando así, la idea de una educación que promueva la “inteligencia general” dotada de sensibilidad ante el contexto o la globalidad y que a su vez pueda referirse a lo multidimensional y a la interactividad compleja de los elementos. Su distinción “pertinente” entre la “racionalización” como construcción mental que sólo atiende a lo general y a la “racionalidad” se atiene simultáneamente a lo general y a lo particular, permite definir lo que él denominó “conocimiento pertinente”, que siempre es y al mismo tiempo general y particular.
3. Una educación que enseñe la condición humana:
Morin confirma que conocer el ser Humano es situarlo en el universo y, al mismo tiempo, separarlo de él: la humanidad debe reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural implícita en todo lo humano.
Para ello, el filósofo francés refrenda que el conocimiento del ser humano ha de ser contextualizado: Al preguntar quiénes somos debemos preguntar dónde estamos, de dónde venimos y a dónde vamos.
Así
sintetiza el ser y el desarrollo de lo humano en un conjunto de tríadas o
bucles con las cuales explica lo global y lo individual de la especie: a.
Cerebro-mente-cultura; b. Razón-afecto-impulso; c. Individúo-sociedad-especie.
Para concluir que la educación deberá mostrar el destino individual, social,
global de todos los humanos y nuestro arraigamiento como ciudadanos de la
tierra.
4. Una educación que enseñe la identidad terrenal:
El horizonte planetario es fundamental en la educación de hoy y del futuro: el desarrollo de un auténtico sentimiento de pertenencia a nuestra tierra, considerada por Morin como la última y primera patria, es imprescindible para el desarrollo de la conciencia antropológica, ecológica, cívica y espiritual.
La historia tuvo su nacimiento en una diáspora de todos los humanos destinados a cubrir cada uno de aquellos rincones solitarios de la tierra, en donde diversidad de lenguas, religiones y culturas hicieron su aparición en escena.
Hoy, la tecnología acerca la diversidad humana y todos aquellos lenguajes secretos a nuestros oídos ya son más claros y podemos, por fin, comenzar a caminar de la mano hacia un nuevo destino. Destino que en la voz de Morin es volver a relacionar las culturas, volver a unir lo disperso.
5. Una educación que enseñe a enfrentar las incertidumbres:
Las distintas sociedades, los distintos imperios y pueblos, siempre suponen que el futuro ha de edificarse conforme a sus patrones o modelos; véase Roma, un imperio tan extendido en el tiempo, el mejor ejemplo que podemos mostrar de esta creencia.
Pero los imperios caen y cae su cultura, su poder. El futuro es incierto y el ser humano debe ser consciente de ello... ¡Podemos reconocer lo indefinido de nuestras vidas!
Así afecta la incertidumbre el futuro, pero también se riega como una infección en el conocimiento, en nuestras propias decisiones. Morin apunta que una vez que tomamos una decisión, comienza a operar el concepto ecología de la acción y se desencadena una serie de acciones y reacciones que afectan al sistema global y no podemos predecir. Pero no se nos educó para la incertidumbre y Morin matiza su confirmación, así: “ existen algunos núcleos de certeza, pero son muy reducidos. Navegamos en un océano de incertidumbres en el que hay algunos archipiélagos de certeza, no viceversa”.
En virtud de este fenómeno de incertidumbre convertido ya en una constante, Morin concluye que la educación debe hacer suyo el “principio de incertidumbre” a la manera en que la física lo asumió a partir de 1900 cuando Heisenberg se lo enunció a la ciencia, porque ya en el siglo XX se ha derruido totalmente la predictividad del futuro.
6. Enseñar la comprensión:
Morin verificó que comunicación no implica comprensión.
Por eso la educación tiene que abordar la comprensión de manera directa y en dos sentidos:
A. La comprensión interpersonal e intergrupal. Y
B. La comprensión a escala planetaria.
La comprensión siempre está amenazada por los códigos éticos de los demás (sus costumbres, sus ritos, sus opciones políticas). De ahí, que los grandes enemigos de la comprensión sean el egoísmo, el etnocentrismo y el sociocentrismo.
“Enseñar la comprensión significa enseñar a no reducir al ser humano a una o varias de sus cualidades que son múltiples y complejas”. No podemos “etiquetar” las personas, ellas están más allá de la “etiqueta”.
Al respecto Morin propone la posibilidad de mejorar la comprensión mediante:
A. La apertura empática hacia los demás. Y
B. La tolerancia hacia las ideas y formas diferentes, en la medida en que no atente a la dignidad humana.
Morin resuelve este punto, afirmando que la comprensión alienta el establecimiento de sociedades democráticas, pues fuera de éstas no cabe la tolerancia ni la libertad para salir del círculo etnocéntrico. Concluye con que la educación del futuro deberá asumir un compromiso sin requiebres con la democracia, porque sólo en la democracia abierta se puede realizar la comprensión a escala planetaria entre pueblos y culturas.
7. La ética del género humano:
Morin clama por una ética válida para todo el género humano como una exigencia de nuestro tiempo, además de las éticas particulares.
Retoma el bucle individúo-sociedad-especie como base para el establecimiento de una ética de futuro y confirma que en el bucle individuo-sociedad se origina el deber ético de enseñar la democracia como consenso y aceptación de reglas democráticas.
Aclara, a su vez, que el bucle en mención requiere alimentarse de diversidades y antagonismos; o sea, que el contenido ético de la democracia afecta todos los niveles y que el respeto a la diversidad significa que la democracia no se identifica con [1]la dictadura de las mayorías.
Termina diciendo que el bucle individuo-especie sustenta la necesidad de enseñar la ciudadanía terrestre; porque la humanidad ya no es una noción abstracta y distante, ya se ha convertido en algo concreto y próximo que interactúa y tiene obligaciones planetarias.
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